La relación entre la dieta y el ejercicio ha tenido interés científico durante más de 150 años, pero es durante los últimos 25 años cuando se han hecho los descubrimientos más significativos.
En 1842 se pensaba que la proteína era el principal sustrato de energía durante el ejercicio. Sin embargo, a finales del siglo diecinueve y principios del veinte, ciertos autores informaron que las grasas y los hidratos de carbono eran los combustibles principales para las contracciones musculares. En 1939 demostraron que durante la realización de ejercicio moderadamente intenso la contribución de la grasa a la producción de energía total aumentaba conforme el ejercicio continuaba. Por otro lado, si se consumía una dieta alta en hidratos de carbono y baja en grasas durante los días anteriores al ejercicio, la capacidad para hacer ejercicio se doblaba. Al contrario cuando se consumía dieta baja en hidratos de carbono y alta en grasas antes del ejercicio, la capacidad de hacer ejercicio se reduce en un 30%.
De los tres sustratos de energía disponible la grasa es el más abundante en los seres humanos y se compone casi de manera exclusiva de triglicéridos que están almacenados principalmente en los tejidos adiposos. La baja concentración (0,3-2,0 mmol-1) y la vida media corta (menos de 2 minutos) de los ácidos grasos libres demuestran que son utilizados rápidamente como fuente de combustible. El resto de las reservas grasas del cuerpo está representado por grasas esterificadas circulares y por triglicéridos intramusculares, ambos de poca importancia para la producción de energía comparados con el tejido adiposo.
INTENSIDAD DEL EJERCICIO
A intensidades del ejercicio del 50% del Vo2max e inferiores, la oxidación de las grasas es la principal fuente de producción de energía en los seres humanos.
Con las intensidades de esfuerzo superiores al 60% de la Vo2max se da casi una relación lineal entre la intensidad del ejercicio y el ritmo de utilización del glucógeno muscular.
Cuando la intensidad del esfuerzo se aproxima al 100% de la Vo2max o más, la utilización del glucógeno muscular y la degradación de la fosfocreatina se convierten en los principales responsables de la producción de energía. ( ver dibujo )
CONCLUSION
La resintesis de ATP muscular depende principalmente de la utilización de las reservas corporales de grasas y de hidratos de carbono. La relación casi lineal entre la intensidad del ejercicio y la utilización de los hidratos de carbono convierte el ritmo del esfuerzo en un determinante de la capacidad para hacer ejercicio. En el punto de depleción del glucógeno se producirá la fatiga a menos que se reduzca la intensidad del ejercicio.
No está claro si la ingestión de hidratos de carbono poco antes del ejercicio aumenta el subsecuente rendimiento del ejercicio. Sin embargo, esta generalmente aceptado que la ingestión de hidratos durante la realización de ejercicio prolongados contrarresta la aparición de la fatiga.